jueves, 5 de septiembre de 2013

El papel creativo y crítico de la alfabetización digital

El concepto de alfabetización digital va ganando poco a poco terreno en los procesos formativos que se desarrollan en los centros escolares. Ya son muchos los profesores que han oído algo sobre el tema aunque la realidad es que los procedimientos educativos generales distan mucho de acercarse a ese nuevo modelo de educación.
Las causas de ese alejamiento real entre los conceptos teóricos y la práctica docente son muchas, quizás la base siga siendo el rechazo de los profesores ante unos recursos que les resultan ajenos a su vida cotidiana y que les restan protagonismo en su papel de difusores del conocimiento (base de su trabajo hasta hace muy poco y modelo con el que el mismo profesorado ha sido formado).

Los profesores se sienten perdidos ante la enorme cantidad de recursos puestos a su disposición y además se consideran en desventaja ante alumnos que los manejan con fluidez y, sobre todo, sin complejos.  Son muchos los profesores que prefieren seguir agarrados a la tiza y el papel ante el vértigo que produce lanzarse a un mundo en el que ellos dejan de ser los protagonistas para pasar casi a la labor de aprendices.
Los profesores y, en general, los adultos que accedemos a los recursos digitales intentamos establecer siempre un equivalente físico al recurso digital que llega a nuestras manos. Es decir, si llega a nosotros un procesador de texto intentaremos adaptarlo al modo de escribir que utilizamos habitualmente, si manejamos twitter estableceremos un sistema de comunicación que será similar a nuestro modo de interactuar presencial. Es verdad que accedemos a estos recursos pero también es cierto que no suele representar un cambio sustancial en nuestro modo de actuar, buscamos en la tecnología sólo “otra” forma de hacer las mismas cosas de siempre.
Cuando un recurso nuevo se presenta ante nosotros debemos hacer un tremendo esfuerzo para aprender cómo funciona, para qué sirve y qué parcela de nuestro trabajo cotidiano complementa. La perspectiva de un “inmigrante digital” es siempre adaptar el recurso a la actividad y no al contrario.
La prueba de todo esto es que cuando analizamos la práctica docente habitual encontramos una gran penetración de instrumentos digitales pero eso no significa que el modelo formativo haya cambiado de forma significativa. Seguimos enseñando igual aunque usamos medios tecnológicos nuevos.
Hace 25 años los exámenes los dictábamos a los alumnos. Poco después comenzamos a utilizar las máquinas de escribir con las multicopistas que te permitían elaborar un cliché y así hacer copias múltiples. Después llegó el cliché electrónico y la fotocopia. Un gran avance supuso el editor de texto del ordenador (wordstard, wordprefect, word, oppenofice) y la impresora de carro, la de chorro de tinta, la láser. Lo último ha sido la era internet con los exámenes hechos en moodle y guardados en dropbox.

Pero ante tales avances una realidad se constata: los exámenes siguen siendo básicamente los mismos. Los alumnos deben responder a una serie de preguntas sobre los contenidos que se les han presentado en clase y que han memorizado para repetirlos. Les ponemos problemas para resolver en los que deben aplicar aquellos principios y leyes que les hemos presentado en el aula previamente y que responde a los modelos prácticos que hemos repetido hasta la saciedad en nuestras clases, eso sí, usando la pizarra electrónico y las presentaciones en power point.
Esta situación ha venido a provocar una doble brecha entre alumnos y profesores: la brecha digital y la brecha entre lo que se aprende en el aula y la realidad que el alumno vive fuera.
Pero sería injusto poner al docente como responsable de este fracaso de modelo. Los profesores bastante tenemos con preparar nuestras clases, aguantar a nuestros alumnos (cada vez menos motivados), corregir exámenes y aprender cada nuevo recurso que se nos pone a nuestra disposición y que ya está obsoleto cuando ya lo manejamos bien. Bastante llevamos con tener que dedicar una parte de nuestro tiempo a autoformarnos.

Además, tampoco es cierto que la práctica docente no esté salpicada de experiencias muy interesantes en las que los profesores van cambiando su modelo de trabajo hacia formas mucho más cercanas a la realidad. El problema es que eso es algo aislado y la administración no ofrece cauces eficaces de difusión de dichas actuaciones.
El fracaso es del modelo y de aquellos que no han sabido o no han querido ver la necesidad de un cambio real en el proceso de formación. Somos muchos los profesores conscientes de este cambio y que creemos imprescindible una reforma verdadera del sistema (y que trabajamos todos los días así) pero nadie nos pregunta qué se debe hacer ni cómo. Los gestores actúan de espaldas a la realidad intentando mejorar los datos del informe Pisa pero sin llegar hasta el fondo del problema. Pagan caros asesores que no han dado nunca clase mientras silencia las voces de todos los que clamamos por un sistema nuevo conscientes de los errores del actual.
La sociedad no puede pedir a la escuela que haga este cambio por sí mismo, es necesaria una conciencia general del papel que la educación tiene en la vida de las personas y eso pasa indefectiblemente por una revalorización del papel del profesor. Al mismo tiempo la administración debería establecer un proceso formativo que reciclara a los profesores desde la perspectiva de un cambio sustancial que supusiera una modificación de rol en clase. Pero ese cambio debe ir claramente marcado por unas líneas teóricas sencillas y claras que permitan al profesor entender por qué es necesario y para qué. No realizarlo de esta forma supondría pedir a los profesores un salto al vacío sin red.
Y es precisamente en este lugar en el que surge la alfabetización digital como elemento fundamental. El problema hasta ahora ha sido que se suele entender esa alfabetización sólo como el modo en el que los alumnos adquieren determinadas técnicas digitales con las que realizar los mismos procesos de siempre.

El verdadero cambio se producirá cuando veamos la alfabetización como proceso en que los alumnos son capaces de crear su propio conocimiento dentro del ámbito de su utilidad. Se trata de enseñar a manejar la información para seleccionar aquellas que es válida para el objetivo que tenemos. Los profesores deben enseñar a los alumnos a utilizar aquellos instrumentos que les pueden ser necesarios para leer información, seleccionar la importante y manipularla en función de los objetivos que tiene. Es ahí donde podemos encontrar el verdadero papel de nuevo profesor. Es cierto que los alumnos suelen conocer mejor los medios digitales que nosotros pero eso no quiere decir que los sepan usarlos sacando el máximo partido. Frecuentemente vemos a los alumnos buscar información en google pero desconocen la mayor parte de recursos que tienen a su disposición.
El papel del nuevo profesor debe ser el de alfabetizar para trabajar la competencia de comunicación lingüística y la digital desde la perspectiva de que sea el alumno el protagonista de este proceso (aprender a aprender) con autonomía e iniciativa personal, desarrollando su creatividad en contacto con el mundo físico y teórico (matemático). Todo eso deberá ir unido a una necesidad de desarrollo  de su actividad como ciudadano inmerso dentro de una sociedad. Este proceso de formación integral sólo es posible con la participación de docentes capaces y preparados que sepan diseñar proyectos educativos integrados e integrales. Su papel de organizador y orientador debe sustituir al de difusor de conocimiento. Para ello es necesario un cambio fundamenta en la administración educativa capaz de establecer un proceso de formación que atienda a las necesidades reales de los docentes junto con una inversión en recursos coherente.
Y es en medio de todo esto en el que las bibliotecas escolares pueden jugar un papel fundamental siempre que sean capaces de actuar como motores de ese proceso en toda la comunidad educativa. Las bibliotecas escolares deben contar con los recursos físicos y digitales suficientes para llevar a cabo esa modernización y deben también disponer de profesionales capaces de liderar ese cambio. Es en este sentido en el que debemos entender la biblioteca como centro integral de recursos para el aprendizaje en el que caben todos los sistemas, todos los procesos y todas las materias. La administración debería comenzar por ahí su cambio invirtiendo mucho más tanto en medios como en formación de los responsables de biblioteca. Estos responsables deberán ser la punta de lanza que desarrolle este proceso de forma sistemática aprovechando la labor docente ya existe y extendiendo su acción a toda la comunidad educativa.
La educación es en nuestra sociedad más necesaria que nunca porque el riesgo es vivir en un mundo plagado de información pero con ciudadanos incapaces de servirse de ella, esto es lo que representa el analfabeto moderno y puede llegar a aumentar la distancia entre los excluidos del sistema y los privilegiados, los que manejan estos recursos.

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